Salí del
pueblo chamuscado encomendándome a todos los demonios habidos y por haber. Solo
tenía pensamientos de venganza y odio dirigidos hacia aquella gente para los
que yo sobraba y especialmente para la pareja que transportaba a Jordi y a su
moto por no haber hecho nada para solucionarlo.
Anochecía.
Si las calles del pueblo eran de arena, la pista que tomé dirección hacia la
nada era un auténtico arenal. Intenté situarme sobre el track marcado en mi gps
pero sólo conseguí rodar paralelo a él a unos cientos de metros.
En pocos
minutos me encontré en medio de ninguna parte, a oscuras, medio bloqueado por
la arena, muy cansado físicamente después de un día entero de rodar sobre
pistas y sobretodo, MUY CABREADO.
La
dificultad de rodar sobre superficies complicadas se multiplica si además no
ves dónde pisas y los faros auxiliares led que tan bien habían ido hasta el
momento y que tendrán un papel protagonista más adelante, se empecinaron a
calentarse en exceso y su sistema de seguridad anticalentamiento hizo bajar el
rendimiento de la única ayuda que tenía para salir de ahí, convirtiéndose en
dos lucecitas que apenas alumbraban.
Clavado
en la arena, remando con las piernas, fui avanzando lentamente sufriendo por el
excesivo uso del embrague.
A lo
lejos vi las luces traseras de algún vehículo. Parecía parado en mi camino a
varios cientos de metros. Tampoco tenía demasiadas ganas de encontrarme a
nadie, a oscuras, en medio de la nada y con serios problemas para circular
prefería estar solo, por si acaso.
Me fui acercando
hasta que llegué a pocos metros para comprobar ante mi sorpresa que era la
furgotaxi de Jordi!! Me esperaban Jordi y el conductor de pie al lado de la
furgo. Tuve un ataque de ira en contra del mongol pero Jordi rápidamente me
explicó lo sucedido y que no tenían la culpa de que me hubiera tenido que ir,
al contrario, ellos también se fueron ante la trifulca y estuvieron buscándome.
Aún hoy
no sabemos qué és lo que paso en aquel supermercado y con aquella gente, que en
principio nos tenían que acoger una noche pero que acabó como el Rosario de la Aurora. Jordi me explicó que
cuando yo me fui, subió el tono de la discusión hasta que nuestros chóferes
decidieron irse y acabaron salieron a gritos de ahí.
Seguí la
furgo varios kilómetros hasta que salimos de la pista principal y paramos en
medio de un prado. Ni ellos se vieron capaces de llegar hasta donde me habían
enviado mi para dormir a cubierto. Me hicieron aparcar la moto justo a tocar el
morro de la furgo, íbamos a dormir allí mismo. Me cedieron el asiento del conductor, Jordi durmió
en el asiento del copiloto y la pareja se acomodó como pudo en la parte de
atrás entre bolsas, cascos, paquetes y la moto. Habia sido un día duro con un
final para acordarse mucho tiempo. A través del cristal disfrutamos del
espectacular cielo estrellado y entre ronquidos y resoplidos caímos todos
rendidos.
Por la
mañana justo clareaba cuando nos despertamos. Teníamos compañía. Habia parado a
nuestro lado otra furgo muy parecida y sus ocupantes paseaban y observaban
curiosos la BMW.
Era el
hijo de la pareja que llevaban a Jordi. También era taxista y curiosamente nos
habia encontrado allí. Salimos y nos presentaron. Parecía que ya sabían de lo
sucedido. Mientras recogíamos para emprender la marcha, una garrafa de leche de
camella que transportaban dentro de la furgo se abrió y Jordi tendrá el olor a
agrio en su casco para siempre porque casi toda le fue a parar dentro del casco.
La leche que quedó se la bebieron churrupando los vasos con delirio. Me
ofrecieron un vaso y como nunca digo que no a estas pruebas me tuve que beber
como pude el yogurt lechoso agrio de camella. Demasiado fuerte para mi gusto y
temí de una reacción explosiva en mi estómago que aborté con sobredosis de
Fortasec.
Junto con
la moto, trasportaban paquetería varia. Más tarde nos daríamos cuenta que
también trasportaban una especie de tacos de grasa animal de los que todavía
hoy Jordi encuentra restos pegados en la moto.
Circulábamos
sobre el track de mi así que aunque íbamos juntos yo circulaba adelantado para
evitar polvaredas.
Un par de
horas más tarde, paramos en una casita donde habia un camión fuera aparcado. Todo
pintaba que parábamos a desayunar. Tenía dos habitaciones rectangulares. Una
con mesas y sillas en el centro para comer y camas en los laterales. La otra
era la de los propietarios con una cocina, y una zona habitable. Aquel hostal
era el que yo tenía que haber encontrado por la noche. De pasar por allí seguro
que no hubiera parado. Desde el exterior es imposible saber qué es y menos de
noche sin ningún tipo de iluminación.
Nos
preguntaron si comeríamos y me apunté a lo que todos pedían. Parecía que había
una sola opción. Jordi no pudo ni desayunar. Se encontraba fatal. Entre la
ciática y haber dormido sin poder estirar las piernas, el dolor en el pecho del
posible esguince de costillas y los dedos del pié que ya habían cambiado a
color azul oscuro y aumentado su volumen al doble, Jordi sólo quería
ibuprofenos, paracetamol y tranquilidad.
La única
manera de cocinar y calentarse en las casas es quemando excrementos secos de
los animales que pastan por la zona. No hay otro combustible posible.
Acabamos
el desayuno bebiendo leche de camella otra vez, poniendo a prueba de nuevo mi
regularidad estomacal.
Teníamos
por delante unos 350Kms de pistas cada vez más montañosas hasta la frontera con
Rusia y queríamos pasarla antes de las 18h, hora en la que los funcionarios de
la aduana cierran ventanillas.
Durante
gran parte del día circulé solo resiguiendo el track del gps.
Cruzando
un puerto, encontré el paso superior bloqueado por la nieve. Estuve estudiando
la manera de superarlo mucho rato, esperando que llegaran las dos furgonetas y
que entre todos nos las ingeniaríamos para cruzar la lengua de hielo que
impedía el paso.
Desde
donde estaba tenía una impresionante vista de todo el valle. Al fondo había un
enorme lago helado que antes de ascender hasta aquí tuve que rodear hasta
encontrar un paso que me permitiera cruzarlo. La pista que ascendía hasta aquí
desaparecía a tramos en los que tenias que ir monte a través hasta volver a
encontrar una rodada. Las furgos no aparecieron y de hecho ya no las volví a
ver hasta la frontera Rusa. Ellos tomaron alguna otra ruta para atravesar las
montañas que mi track quería que visitara.
Barajé
opciones para cruzar pero en todas ellas corría el riesgo de que la moto me
patinase sobre el hielo y, o me quedara bloqueado o me fuera montaña abajo.
Demasiado riesgo.
Finalmente,
después de consultar el mapa de papel (imprescindible) sin encontrar ninguna
pista marcada decidí descender hasta el
lago y buscar solución desde allí. Bajé monte a través cortando las vueltas y
vueltas que daba la pista.
Impensable
recorrer Mongolia con neumáticos de los que en casa llamamos mixtos (p.ej.Tourance),
la opción Metzeler Karoo3 creo fue acertadísima y tuve ocasión de acordarme de
ello cuando al llegar al lago otra vez, me metí en una zona embarrada y muy
blanda de la que no sin esfuerzo pude atravesar gracias a no perder tracción.
Durante
la bajada me encontré con un niño que llevaba un saco a cuestas y me acerqué a
él. Estaba recogiendo ‘combustible’ (cacas de ganado secas). Le pregunté con signos cómo salir del valle
dirección norte y indicó con el dedo resiguiendo por dónde podría pasar.
Me estaba
separando kilómetros del track ‘seguro’ pero estaba disfrutando de mi etapa de
navegación y aventura. Tenia que salir campo a través del valle o retroceder
hasta encontrar la pista que las furgos debían haber tomado.
Aprendes
a mantener la calma que es lo último que debes perder en situaciones donde se
te pide ese poco más. Aquí en Mongolia sentí que acababa de salir del mundo
100% bajo control al que estamos acostumbrados. Ahora dependía sólo de mi
mismo. No había carreteras, ni tracks de gps, ni caminos sobre el mapa, ni nadie
a quien preguntar, ni coberturas de teléfono, ni nada…sólo la moto, yo y mi
instinto.
Celebré
internamente ser precavido y llevar 15 litros de gasolina extra, comida y todos los
bártulos para ser independiente durante algunos días, la única brecha que
encontré en mi análisis de la situación fue pinchar una rueda. No llevaba
inflador. Pero eso no iba a suceder, verdad?